La Traviata de Vivaldi

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En realidad esta delicioso

GÜERO. ¡DEJA DORMIR!

Este es mi primer cuento


GÜERO. ¡DEJA DORMIR!


I

¡Dispara güero dispara! … Entiende… ¡No hay de otra!

Por primera vez el güero no sabia que hacer. Con la 45 en la mano, movía los ojos con nerviosismo e incredulidad mientras escuchaba numerosos disparos a la distancia.
Casi tocaba la libertad con la mano pero no sabia que hacer, no podía correr; el gran peso de su cuerpo le restaba agilidad y movilidad, decidió mantenerse en el piso por seguridad. “No sea que una bala perdida….”
Sus pensamientos fueron interrumpidos bruscamente con los gritos de Rosario “Dispara güero, mátame. No dejes que los pelones me agarren, sería lo peor para mi” “Mira ya me dieron estoy herida, no dejes que me agarren con vida”
Observo que la sangre fluía de la pierna izquierda de Rosario, quién sentía temor por su futuro inmediato. Prefería morir antes de ser aprehendida por los soldados
El güero nuevamente se perdió en sus pensamientos y recordó el día que fue secuestrado por los “rebeldes”. Todo por querer vestirse de gloria; creyó que podía negociar con los dirigentes, alcanzar la paz en la región y convertirse en héroe.
Por todos los medios intentó comunicarse con los jefes de los “revoltosos” sin obtener respuesta. Molesto y fastidiado decidió subir a las montañas “Tendrán que escucharme, no podrán rechazar mis propuestas o se atendrán a las consecuencias” pensó mientras se dirigía con necedad y decisión a un camino son retorno.
Las horas, el fuerte calor de la primavera y el sobrepeso comenzaron a minar su terquedad, pero no podía regresar con las manos vacías ya que había presumido ante los medios de comunicación que él sabía como negociar la paz.

II

Todos los días tenía la esperanza de ser rescatado. Todos los días eran iguales. Todos los días caminaba sin destino aparente rodeado por 20 personas armadas para evitar que los policías y los soldados los descubrieran.
Maldecía el instante en que se metió a esta aventura. Ya han pasado más de dos meses y nada de nada. Ninguno de los rebeldes le dirigía la palabra. Rosario era la única que le daba órdenes con monosílabos o con el cañón de la metralleta. Ella era responsable de su seguridad.
Delgada, morena y alta para sus 17 años Rosario le decía al güero cuando podía comer, dormir o tomar un baño en el río.
El güero recordó que fue despertado en la madrugada por Rosario. Sintió el cañón del arma en la boca.
-“Güero despierta güero, no dejas dormir a los compañeros con tus ronquidos”. Te comportas o te arrepentirás sentencio la joven.
La relación entre los dos era más que áspera. El odio se alimentaba a cada momento pues ni siquiera le permitía comer las frutas que encontraba en el camino. Siempre lo mismo, con el cañón de la metralleta le ordenaba tirarla en el suelo. -“No güero no puedes comer a cada momento. Siente el hambre como los pobres”.

III

El güero estaba indignado porque los jefes de “los revoltosos no aceptaron sus propuestas. Creyó que algunas obras faraónicas y unos cuantos pesos resolverían la pobreza de la región o bien, que podría comprar conciencias.
Las gruesas gotas de sudor que le cubrían el rostro le impedían ver el camino así como su pedantería de cacique le impedía ver la realidad que enfrentaba la población.
Siempre los mismos auto elogios. “Mis tierras dan de comer a todos”. “sin mi no son nada” Sin mi….etc. etc.

IV

El tableteo de las metralletas lo despabilaron sabía que los soldados estaban cerca, era el momento de tomar una decisión.
Cuando comenzó el tiroteo cayó uno de los secuestradores y de inmediato tomo la escuadra. Sin arma se sentía como desnudo. Nuevamente escucho a Rosario. “¿Qué no tienes pantalones güero? ¡Dispárame! ¡máta…..

Sr. esta usted a salvo, no quedo ningún sobreviviente.
Sargento ayude al señor a ponerse de pie, nadie debe verlo en estas condiciones.

Jorge Tenorio Jiménez