Nuevo Cuento

Billete de Lotería

Jorge Tenorio Jiménez

No recuerdo si era la tercera o cuarta ocasión que salía solo a la calle para hacer los mandados de la casa.
El caminito ya me lo sabía de memoria. Derecho dos cuadras, doblar a la izquierda y caminar tres calles más hasta la panadería la “Primavera”.
No debía a caminar más allá. Había una barrera invisible que no me atrevía a romper por mi carácter o falta de osadía, pero que se le puede exigir a un niño de 10 años sobreprotegido por su madre y presionado por su padre “ya es tiempo de que se haga hombre”.
Mi primera salida fue como un baño de agua helada que acrecentó mi inseguridad. Apenas había avanzado dos calles cuando, de repente… “oye niño ¿como llego a la calle de nopal? Era un hombre joven con amplia sonrisa. Sonrisa que me dio miedo, pues recordaba las advertencias que transmite la televisión. De inmediato escondí mis brazos en la espalda y prácticamente me “pegue” a la pared.
No, no, no se, dije de inmediato a punto de gritar para pedir ayuda mientras el desconocido se alejaba tranquilamente con la misma sonrisa. Aspire grandes cantidades de aire con rapidez; apenas si pude controlar mi esfínter y con precaución, paso a paso llegue hasta la panadería
No dije nada cuando regrese a casa por temor a que me regañaran o me pusieran algún apodo ofensivo.
Ahora camino tranquilo, un poco confiado, incluso me detengo para ver algunos aparadores y soñar que mi papá me comprará la colección de carritos que está en la papelería. Estaba tan distraído que no me di cuenta que una persona me observaba desde la calle. Era un señor de 40 años con pocos cabellos pero con una mirada bonachona y confiable.
Me pidió un favor y me acerque confiado. Las alarmas instintivas no se activaron y dijo que me daría 20 pesos si acudía a la tienda de enfrente para cambiar un billete de lotería.
-Yo no puedo ir, el dueño de la tienda me odia porque no me case con su hija hace varios años. Enséñale el billete, dile que tu papá te mando a cambiarlo, aquí te espero y te doy 20 pesos.
¡No lo puedo creer! Que buena suerte tengo pensaba mientras cruzaba la calle rumbo a la tienda. Ya conocía los billetes de lotería pues cada quincena acompañaba a mi mamá a comprar “un tapadito” Se trata de un billete escondido en un sobre. El cliente no conoce el número hasta comprarlo con ilusión. En realidad era un juego perdido ya que los números de los billetes eran más que increíbles. Casi todos comenzaban con doble cero; es el mejor truco para deshacerse de los billetes que nadie exigiría.
Con decisión entregue el “cachito” al dueño de la tienda, quien lo miro casi de reojo y me lo regreso pues afirmo que no tenía suficiente dinero en la caja para cambiarlo.
Desilusionado salí de la tienda y… no veía a ese hombre amable que compartía la buena suerte conmigo. Eso me extraño pero no le di importancia
En la esquina cercana a la panadería me estaba esperando con actitud bonachona. Le explique lo que sucedió y me recomendó que fuera a la otra calle, en donde estaba un expendio de la lotería.
Aseguro que el estanquillo era del hijo del dueño de la otra tienda por eso tampoco podía cambiarlo allí.
Le explique que yo no podía ir a esa calle, estaba más allá de mis límites invisibles.
“Son unos cuantos pasos” expresó con sencillez. “no te va a pasar nada”. “además te vas a ganar 20 pesos para ti solito”. “yo te acompaño a cruzar la calle”
Acepte con la cabeza, estire mi mano y esperamos que cambiara la luz del semáforo para cruzar.
El dueño del estanquillo preguntó ¿estas seguro que éste billete te lo dio tu papá?
Respondí que si y le comente que mi papá estaba muy contento porque le había “pegado al gordo”.
-¡No te muevas! Voy a llamar a la policía porque este billete es falso y tu papa se va ir a la cárcel.
Todo se congelo dentro y fuera de mí. Me aleje a gran velocidad pero todo era como en cámara lenta a pesar de que aceleraba.
No veía al hombre bonachón lo buscaba desesperadamente con la mirada y nada.
Rápidamente compre el pan y corrí hasta mi casa asustado pues sentí que la policía ya estaba en mi busca. Pensé que ahora tenía dos cazadores en mi contra: la justicia y el dueño del billete falso que deje en el estanquillo.
Ahora que recuerdo ese pasaje de mi infancia reflexiono ¿Que tanto afectó mi desarrollo? ¿Quien tiene la culpa de lo que soy? ¡Alguien debe ser el responsable! ¡Yo no!
Bueno mañana será otro día, ya es hora de dormir
Me acomodo junto a la cortina de este negocio del centro de la ciudad. Me cubro con la vieja cobija que cargo a mis espaldas mientras pido limosna para tener algo para comer.
Soy afortunado pues tengo dos perros que me dan calor en las noches aunque tengo que esconder mi pie derecho para que no laman la infección de mis dedos.
A pesar de mi realidad camino por las calles con precaución y miro para todos lados. Hago lo posible por no asustar a los niños que se crucen en mi camino.

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